miércoles, 12 de agosto de 2009

Dos sacerdotes políticos


Por Mirko Lauer
Juan Luis Cipriani acaba de dar una nueva muestra de lo que da la impresión de ser su gesto favorito: descargar el peso de su cargo sobre las espaldas de un sacerdote heterodoxo. Lo hizo en el caso del movido padre Martín Sánchez, del Hogar de Cristo. Acaba de hacerlo con el sacerdote cajamarquino Marco Arana.
No es novedad que Cipriani exprese opinión política. Lo hace regularmente en sus espacios periódicos en radio y TV. No es el primer Cardenal que lo hace. La lista de nuestros arzobispos políticos es larga. Su antecesor Augusto Vargas Alzamora llevó su activismo político hasta el grado de lanzarse al suelo de un automóvil para mantener una reunión secreta.
Tampoco Arana está inaugurando la lista de curas en la política. Su antecesor en una carrera presidencial es el cura Salomón Bolo Hidalgo, de la célebre fórmula Bolo-Pando-Sofo. En realidad los sacerdotes que no usan el peso de su investidura para hacer política de alguna manera hoy son la excepción en el mundo.
En el caso de Cipriani el tema no es que opine en política, sino la pugnacidad y la poca muñeca con que suele hacerlo. Hace recordar el consejo del jesuita Baltasar Gracián: “No basta la eminencia de prendas, aunque se supone que es fácil ganar el afecto, ganado el concepto. Requiérese, pues, para la benevolencia, la beneficencia”.
Arana ha visto en las críticas de Cipriani la oportunidad de avanzar su ficha electoral. La respuesta ha sido clásica: solo su obispo en Cajamarca puede llamarle la atención (de hecho lo hizo en el 2006). Este es un camino que reclama independencia, pero que en la cultura jerárquica de la Iglesia Católica crea más problemas que soluciones.
Arana ha puesto en marcha una opción política radical apoyada sobre todo en el dinamismo de los movimientos de protesta frente a las industrias extractivas. No ha querido subirse al carro de Ollanta Humala, al menos hasta el momento. En términos fríos su crecimiento sería un problema para Humala, como el de Edwin Donayre en la derecha.
Pero la preocupación de Cipriani no parece ser la táctica, sino la autoridad. Quizás un deseo de distraer de su propia afición al discurso político, como quedó demostrado en su homilía-cum-mensaje a la Nación del pasado 28. O por último un deseo de apoyar las posiciones de un Alan García acosado desde las calles del país.
Para Arana es la oportunidad de mostrar que tiene algo que decir más allá de la crítica a las empresas infractoras. Sus primeras respuestas no dan la impresión de que esté aprovechando esa oportunidad. Ser el rival de Cipriani no le va a producir muchos votos. Ser el rival de Arana no va a ganar muchas almas. Fuente:
http://www.larepublica.pe/observador/12/08/2009/dos-sacerdotes-politicos tierra y libertad

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